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Octubre es el Mes del Respeto por la Vida en nuestra Iglesia. Esta observación anual nos recuerda que como un sólo cuerpo místico de Cristo, trabajamos para cuidarnos unos a otros y garantizar la dignidad de cada individuo. En Evangelium Vitae, San Juan Pablo II afirme: “Toda la sociedad debe respetar, defender y promover la dignidad de cada persona humana, en todo momento y condición de su vida”. Como católicos practicantes, intentamos vivir “el Respeto por la Vida” cada día del año y lo que nos motiva a hacerlo es el mandamiento de “amar al prójimo como a ti mismo” (Mto 22:39).
¿Cómo puede ser respetar la vida en cada paso del camino? Sabemos por dónde empezar: la concepción. Caminamos con una madre durante su embarazo. Luego nace el niño. Ahora deberemos ver la condición del niño: ¿Está atendido? ¿Tienen los padres lo que necesitan para darle a su hijo una buena vida? Él empieza la escuela. ¿Tiene sus útiles requeridos? ¿Tiene zapatos y rompa limpia? ¿Puede comer tres comidas al día? Crece un poco y, por alguna razón, empieza a meterse en problemas. Es detenido y llevado a un centro de detención juvenil. Sus padres tienen cuatro trabajos entre ellos y tienen a un niño pequeño en casa y no es fácil hacer tiempo para visitarlo los días en que se permiten las visitas. Se sienten solos, sin prójimos.
Pero no están solos, mis hermanos y hermanas. Nosotros somos sus prójimos. Somos nosotros quienes los amamos como nos amamos a nosotros mismos.
En estos escenarios donamos ropa y alimentos de bebé; encontramos útiles escolares; llevamos a la madre a la tienda para comprar zapatos nuevos; votamos para que las escuelas proporcionen comidas gratuitas; cuidamos al niño pequeño; llevamos a los padres a clases de inglés; ayudamos al joven a inscribirse en una escuela técnica como la nueva Preparatoria Católica de Carrera y Técnica de San Pedro (St. Peter Catholic – A Career and Technical High School). Somos prójimos que conocen desde hace años, prójimos que conocieron recientemente o prójimos que nunca conocerán pero que aportan sus tesoros de alguna manera.
Mientras ayudábamos en “la libertad”, voluntarios de Servicios Especiales para Jóvenes (Special Youth Services) estaban en el centro de detención juvenil acompañando al joven en su jornada espiritual. Estudiaron las Escrituras juntos. Le recordaron que no importa lo que haya hecho, Dios lo perdona. Le ayudaron a comprender su valor a través del amor que Dios tiene por él. Ellos eran su prójimo.
Todos trabajamos juntos para servir a esa familia, ya que una sola persona no lo puede hacer. Como parte del cuerpo místico de Cristo, siempre hay un lugar para que respetes la vida sirviendo a ese cuerpo. Eres necesario. Te invito a orar por el valor de responder a la invitación de nuestro Señor a dónde estés llamado a servir al cuerpo de Cristo. San Juan Pablo II, ¡ruega por nosotros!
Alejandra Maya Garza es directora asociada de Servicios Especiales para Jóvenes.
(Photo por CNS)